29 noviembre 2007

Soldado





Para AOL





Deja la pesa de cinco kilos sobre el piso.
Los bíceps están duros, sudorosos.
El aire aun tiene ese olor a combustible quemado.

Hace calor a esta hora de la tarde, no se pone la playera. Baja la cocina. Abre el refrigerador. Un cartón medio lleno de leche, un jitomate y dos huevos lo habitan.

El insultante ruido del aceite friendo los huevos sobre el sartén es lo único que se oye en la habitación. Es, incluso, lo único que puebla cada rincón de esta puta ciudad.

Después de comer abre los libros. Cálculo, termodinámica. Después de una hora los problemas terminan por resolverlo a él.

Sube el cuarto. Hace cincuenta lagartijas. Ya un poco cansado se echa en el sillón y abre la ventana.

Mañana, como ayer y como antes de ayer, será otra vez martes.

28 noviembre 2007

Ella y yo


Nuestro edificio es enorme. Es un triangulo; un triangulo tan grande que cabe un teatro, varios cafés, una vinícola y veinte departamentos.

Llevamos tres meses aquí. Ella abandonó a su familia y yo a mis amigos. Juntamos las pocas cosas que teníamos y armamos un hogar respetable. Una cama, dos mesas, una estufa, un sillón. Los cuadros Ella los pinta.

Son las primeras vacaciones que pasamos juntos. Dejé de rasurarme y de peinarme hace varios dias. Ella, en cambio, cada mañana se baña y se maquilla. Recoge las cosas que voy dejando a mi paso. Después va a la sala, acomoda el caballete y comienza a pintar.

Un par de horas después salto de la cama y voy a la cocina. Hago pasta, es lo que mejor me sale y lo que mas me gusta. Pasta en la mañana, pasta en la tarde y pasta en la noche, Ella nunca se queja.

Mientras desayunamos me acaricia el cabello y me pregunta.
¿Cómo estas?

Me gusta el olor del óleo en sus manos y esas ranuras que tiene por ojos.

23 noviembre 2007

La nube

Pongo la silla frente al balcón y abro la puerta corrediza.

El aire es húmedo, me acaricia la cara con sus dedos pegajosos.


Allá hay una nube. Es gris, casi negra. Contrasta con el resto que son frescas y relucientes.

Me mira. Esa nube me mira.


Estoy seguro que esa nube dejara de mirarme cuando el teléfono suene.




Adán Delgado
Jueves 22 de Noviembre 2007

22 noviembre 2007

Viridiana





Viridiana se sienta todas las tardes en la misma banca del parque. Usa la boina calada que le regalé y ata al perro de una pata de la banca.

Esta tarde, antes de que yo llegara, Viridiana platicaba con un hombre. Él tenía el cabello blanco y unas arrugas que datan de la época de los romanos.

El hombre, Viridiana y el perro se fueron juntos. Se fueron antes de que yo llegara.

En la banca quedó la boina que le regalé sentada como todas las tardes desde la época de los romanos.



Adán Delgado
Noviembre 2007

21 noviembre 2007

Juan Manuel


Querida Fernanda:



Desde que llegué cada vez me cuesta mas trabajo concentrarme. Hoy leía a Bataille y pasaba hojas enteras sin que ningún engrane girara en mi cabeza, por mas hacia esfuerzos y releía los pequeños ensayos del libro nada pasaba. Nada.

Estúpidamente trate de cambiar de lectura para ver si reaccionaba mi cerebro pero el intento fue deplorable y, en intensión, absurdo. Pasar de Bataille a Diderot es como querer evitar lanzarse a la piscina desde la orilla subiendo a la plataforma de diez metros.
Aunque parecía un ensayo ociosamente interesante (o académicamente, es lo mismo) no logró atraer mi atención lo mas mínimo.

Los imbéciles no aprenden.

Y mucho menos si la experiencia que debería darle sabiduría acaba de suceder hace dos minutos.
Volví a Bataille y me recibió, muy a su estilo, con una mirada debajo del hombro y con una patada de quien intenta ahuyentar a un perro.


Los imbéciles siempre buscan la salida pronta que les de un refugio. Los imbéciles son especialmente instintivos y viscerales.

Corrí huyendo de George a los brazos del narrativamente cómodo Guillermo Fonseca.
Me recibió con el lenguaje sencillo que acostumbra y con su urbana cotidianidad.
Cuando creí que todo estaba bien apareció otro inconveniente, esta vez era abrumador y tormentoso.

Como en casi todos sus relatos Fonseca adereza la historia con una sexualidad simple y directa. Con palabras que utilizamos todos los días y que contrastan con las de diccionario que estamos acostumbrados a leer en la literatura “erótica”.

“Le agarré las tetas” en lugar de “Pasé el frente de mi mano por sus opulentos senos”.

Obviamente el uso del lenguaje tiene una muy diferente connotación a la de las escenas románticas y vaporosas del común arte sensual, pero ese es cantar de otra carta. Te sigo contando.

Al llegar a la frase arriba mencionada comenzó a sucumbirme una risa que llamó la atención del tipo que leía frente a mí en la recepción del hotel y que puso cara de curiosidad.

“¿Qué estará leyendo este wey?” imagino que pensó, y buscaba con la mirada el titulo de mi libro.

Intenté calmarme y poner el rictus de concentración que debe ponerse cuando se lee, así como decía tu papá. Solo logré no reírme físicamente pero en la mente me sudaban las manos, tenia la cara roja como jitomate y se me dibujaba una sonrisa terca, como de gato en “Alicia en el país de las maravillas”.


Me quise calmar pero más palabras “obscenas” se me cruzaban y más nervioso me ponía. Antes de llegar al final del primer cuanto ya era insoportable la situación.
Bragas de volando, mujeres gritando de placer y tipos hablando de su “verga” me agobiaron por completo y cerré de un golpe el libro (como se ve en las películas, con polvito y todo).

Me levanté muy rápido, tomé mi bolsa y salí muy a paso apresurado del hotel sintiendo la mirada de mi vecino de asiento en la espalda y el cuerpo frio, frio.
Supongo (me gusta suponer) el tipo tomo el libro que olvidé sobre el asiento para saciar su curiosidad y se explicó el espectáculo que di.

“Tiene problemas sexuales” tal vez pensó al hojear el libro.

Tú también lo habrás hecho ya, ¿verdad? No es muy difícil darse cuenta.


Tengo un problema y hasta ahora lo aceptó. Como todo buen problema debe ser tratado, no lo escuché, me tapé los oídos y esperé que solito desapareciera. Pero aquí está, ya no lo puedo evadir ahora que se (me) evidenció en público.


Todo se debe, supongo, a esa puta barata que ni siquiera tuvo la cortesía de fingir cuando me la cogía. Mi geta frente a la suya y solo se miraba despreocupadamente las uñas y el reloj.
Las únicas palabras que me dirigió en los quince minutos más emocionantes de mi vida fueron

-No te animas con otra posición, mi rey- tratando de sacarme más lana.

¡Puta madre!

Siempre estoy dispuesto a pagar más pero su interés descarado me ofendió.

¿Qué ya nadie tiene ética profesional?

Si me hubiera tratado bien ahora tendría todo mi dinero.

Una buena mujer de la vida galante se esfuerza en su chamba para ganar más, y aunque el cariño es fingido, siempre se agradece el gesto. Creí que en esta ciudad el cariño comprado sería de calidad.

Júrame que esto nunca se lo vas a contar a nadie. Pero a nadie ¡eh!

No se me paró.

Bueno, no se me paró bien, lo necesario.

Me quedé a medio gas. Por mas cerraba los ojos y pensaba en las viejas sabrosas de la tele no podía. Solo me contoneaba buscando algo de calor donde debería de haberlo pero ni madres.

Al final me quede solo sentado en la orilla de la cama, con las manos en la cara y con un sabor en la boca que debe ser el del miedo y la frustración.

Me puse la ropa, no supe que hacer. Me metí a bañar sin la plena conciencia de lo que hacía. El resto de la noche vi la televisión y me terminé dos cajetillas de cigarros.
¡Ah! por cierto, ya volví a fumar.

Ya prometiste no contarle a nadie. Espero cumplas.



Esto es lo más trascendente que me ha pasado hasta hoy. Espero que lo estés pasando mejor que yo.

Te escribo pronto, lo prometo, y te contaré como me va con ese puto seminario.

Un beso



Juan Manuel
31 de Enero

13 noviembre 2007

Raisa (Serie de cartas encontradas en un cuarto de hotel)




RAISA



-Ya viene otra vez el pinche mes de febrero. Habrán ya pasado unas semanas del comienzo de clases con un frio de la chingada. Además, como todos los años, pasaré el catorce sin novio-


Yo solo miraba el reflejo en el auricular negro del teléfono sobre la mesa, perdiéndome en él. Trataba de asimilar en donde estoy, saboreando el tiempo espeso y humedo, olvidando que esperaba una llamada.



Cuatro y media de la tarde, sábado. En esta puta ciudad no hay a donde huir y Paola no se calla.
Es mi amiga pero desde hace tiempo, desde que la dejo Bernardo, ya no la aguanto. El mismo choro desde hace dos meses y su estúpido rencor hacia el mundo.

Se suponía que viajamos para pasarla bien, para conocer tipos; pero llevamos una semana recorriendo bares y lo único que hemos sacado son horribles crudas que al final de la noche solo nos dan mas ganas de seguir bebiendo.


Las tardes las pasamos asoleándonos junto a la piscina, aburridas, en este hotel que resulto ser una porquería.


El celular no suena porque siempre esta apagado. Asi esta mejor, me da tiempo para ponerme e escribir estas líneas que buena falta me hacian.





Adán Delgado
Noviembre 2007

12 noviembre 2007

Sin título VII (Último, por ahora)

VII





Buenos Aires, 13 de febrero


La comunidad literaria argentina y mexicana se extraña de la desaparición del escritor mexicano Guillermo Fonseca.
Estaba programada su presentación en la feria del libro de este año en Buenos Aires, sin embrago este no se presento los dias señalados y no se ha tenido noticia de su paradero.
Las autoridades de ambos paises ya comienzan las investigaciones.







Adán Delgado
Noviembre 2007

Sin título VI

VI




Acá te gustaría estar ¿no?

La porquería va con la porquería.



Avienta la bolsa hacia el cerro de basura y las moscas aceleran su zumbido como adivinando en festín recién llegado.


Se queda unos instantes con las manos en las bolsas de la chamarra parado frente al monto de desperdicios que es lo único que se alcanza a ver en medio de la oscuridad.


-Oiga joven. Que traiga su basura y que nosotros no sepamos nada cuesta algo.-


Le extiende la mano al pepenador con un billete y regresa al coche.


Al salir del tiradero se le acerca el hombre a la ventana y le dice


-Ahí quedo. Nadie se va a acordar-





Adán Delgado
Noviembre 2007

09 noviembre 2007

Sin titulo V

V



-Los sacaremos en partes. Tú te llevas una bolsa con sus partes más grandes y buscas en donde tirarla. Yo me llevo la mochila con lo pequeño y tomamos rumbos separados.-


-¿Por qué hablas de él como si todavía existiera? Pregunto mientras veo todos los bultos que hemos armado.


-Porque todavía existe, estas parado frente a él- me contesta con fastidio.



Tomo las llaves del coche y salgo a la calle. Echo la bolsa en la cajuela y arranco hacia la salida de nuestra calle que es una cerrada.


Antes de doblar la esquina me encuentro con la vecina de al lado que ha salido a pasear con los niños. Me mira como queriendo decir algo, pero no la dejo. Vuelvo la mirada al camino y continúo.






Adán Delgado
Noviembre 2007

08 noviembre 2007

Sin titulo IV (El dedo)


IV



Miré uno de los dedos que acababa de cortar. Tenía la piel áspera y gruesa. Algunos bellos le crecían al principio.


Era un índice, él de la mano derecha.

Era el índice que dirigía su pluma sobre el papel, el que tecleo en la maquina de escribir.
El mismo índice que me señalo el camino.



Tome un frasco de mayonesa vacío y metí el dedo.

Lo coloque sobre mi escritorio cuando todo acabó.
Adán Delgado
Noviembre 2007

07 noviembre 2007

Sin titulo III



III




Con todo listo y con las últimas luces naturales filtrándose por las cortinas blancas y delgadas comenzó.
Del principio de la garganta hasta el bajo vientre. Lento pero firme. Que el cuchillo rasgue por completo la piel pero sin reventar ningún órgano.

Jala una por una las vísceras cortando con tijeras de cocina los cuajos que les unen.


-Acércame la tina, rápido-


Ella se levanta del sillón y se acerca de prisa. Se siente como una niña ayudando a mamá en la cocina, mira atentamente pero sin preguntar.


Cuando terminó de poner todas las vísceras la obertura había terminado. El fondo de la tina se sentía tibio y la sangre combinada con otros flujos casi se escurría por las orillas.


Los llevo a la cocina.




Adán Delgado
Noviembre 2007

06 noviembre 2007

Sin titulo II

II



Pinche perro, para ser tan flaco y con tan poquitas ideas pesas un buen cabrón.

A ver, a ver... ahi estas bien. La mesa te quedo a la medida, quien lo diría.


-Ayúdame a quitarle la ropa, voy por los cuchillos-


Margaret me obedece en silencio y comienza a desabrochar las agujetas.


Regreso de la cocina con el juego completo de cuchillos japoneses. “Cortan hasta el aire” dijo el pendejo que me los vendió.

He puesto un delantal blanco sobre mi torso y a las sinfonías de Piazzola en el aire del comedor.


Margaret envuelve la ropa y me voltea a ver tímidamente. En otra situación me diría, no mames quinta la música, has visto muchas películas.

-Trae la lona de plástico que esta en el cuarto de la lavadora, se va a hacer un batidero-







Adán Delgado
Octubre 2007

05 noviembre 2007

Sin título (aun)

I



Margaret se sienta en la orilla de la barda, se recoge la amplia cabellera castaña y rizada.
Me mira a lo ojos y por fin pregunta.

-¿Por qué lo hiciste?-

Guardo silencio y trato de que mi mirada fija y sin parpadear le diga todo.

-No te pongas en actitud heroica. Vamos, tenemos la cagada en las manos y no podemos ponernos literarios ahora-

Pinche perra, tiene razón. Ni soy Kevin Spacey ni ella Brad Pitt en Seven. la tira de los créditos no acabara con esto.

-No sé, el hacha en su cabeza me parecía muy natural. No me esforcé en nada.
Puse la ropa en la secadora, jale la palanca del baño-

Por primera vez en mucho tiempo esta intrigada, no entiende. Lo sé; ahora sé más de lo que ella piensa.

-Bien, lo mejor es deshacernos del cuerpo y que te desaparezcas un tiempo. Diré que te fuiste a escribir un tiempo a cualquier lugar, que me dejaste-


El sol de la media tarde cae directo e inapelable sobre todas las demás azoteas con un sabor maduro y a tranquilidad de comida. Volteo a mirarlo en el cielo.


Margaret mete los brazos alrededor de mi cintura y me da un beso.

-Te quiero-

Su lengua fría como siempre me toca la orilla de los dientes y los labios.


La vecina de al lado nos mira desde la ventana de su cocina.



Adán Delgado
Octubre 2007