05 diciembre 2007

Sin título IX (Invierno Porteño)





En Buenos Aires las estaciones comienzan con el verano. Nunca me pareció raro. Verano, Otoño, Invierno y Primavera.

El invierno es el más duro, la niebla cubre por completo la ciudad, inunda las calles.
Mucha gente muere de frio en la indigencia.


Cuando era niña encontré por Arenales a un viejo muerto.
Yo regresaba del cole, él estaba tirado frente a la puerta de una bodega. Me acerqué a mirar su cara. Estaba azul, tenía los ojos y la boca abiertos. Algo quiso decir, algo que ya no pudo sacar.

Desde entonces la imagen se quedo grabada en mi memoria. No con miedo, solo con la fuerza de una cicatriz de guerra que con el paso de los años se vuelve muy natural.

Hoy volví a ver esa misma cara. Hoy la cicatriz se hizo fresca.
La humedad de Buenos Aires y la neblina me la dio el Invierno Porteño de Piazzola que sonaba en la habitación. La cara que murió en medio de la expresión era la de Guillermo.

Yo veía como Alejandro descuartizaba el cuerpo desde un sillón. En una de las maniobras que hacia cortando y jalando carne, él puso la cabeza de Guillermo de tal manera que la mirada del cadáver se dirigía a mi.

Me miraba con los ojos a punto de estallar por el grito que se ahoga en la garganta.

No pude evitar sentirme como esa niña que fui, la que después de ver al viejo muerto en la calle nunca volvió a ser la misma.

-Acércame la tina, rápido- de pronto dijo Alejandro.

Me levante de sillón y le extendí la tina para que pusiera todas las vísceras.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Creo que no hay nada que decirle a la real academia de la lengua. No se si estás intentando algo al estilo de Guillermo Thorndike en "El Caso Banchero".
La historia es buena, no espero que termine, cuida el desarrollo del texto. No escribas letras que no reclamen existir dentro de tu obra, será paso a paso, será lento y cansado, pero el resultado final será mil veces mejor.